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En mi familia se nos dieron unas circunstancias muy aptas a
la situación... la abuela, todo lo encontraba lógico y normal, y eso hacía que
cualquier circunstancia que ocurriera fuera de lógica ella fuese poco a poco,
llamándola de luz, hasta que para mí llegó un momento en que todo se volvió
natural. 1966 Mallorca tiene para mí, una vibración espiritual muy fuerte, con
amigos lo hemos comentado y todos lo creemos así. Con 21 años me casé y tuve
que sufrir en esta bendita tierra la incomunicación y la soledad. Mi marido,
espiritual a su manera y muy profundo también, no pudo llenar el gran vacío que
mi alma sentía, después mi pequeña Ana María, mi hermosa hija, con sus juegos y
risas, fue llenando mi vida, pero todo y así era como si en la isla todo fuese
más denso, hasta la vida misma se me hacía insoportable. Deduzco de aquella
época la forja en que se moldearía mi existencia posterior. 1974, curiosamente,
por una gran bajada de tensión al dar a luz a mi pequeño Fernando, quedé en
coma... El rigor de la muerte entraba en mi cuerpo con un tremendo frío, tan
intenso que helaba los huesos y la sangre... los dientes, como castañuelas,
rechinaban entre sí, no podía controlarlo... Tanto frío... me hizo sentir tan
mal, que una fuerza extraña me invadió y como si me desprendiese de mi propia
piel, salí disparada hacia el techo del quirófano, allá no hacía frío y me
sentía flotando en una armonía infinita. Una luz, que no era ningún foco de allí,
me invadió, la luz vino hacia mí, o yo fui hacia ella, pero todo se volvió
paz... Paz que me llevó hacia un lugar desconocido donde un ser, vestido con
túnica blanca me saludó y me dijo que no podía seguir adelante, pues no llevaba
los requisitos completados. “Mira tus manos” (me dijo) “Están vacías”. Las
palmas de mis manos extendidas aparecían ante mí a la vez que replicaba:
“Vacías sí, pero limpias”, “no he matado, ni robado, “están limpias” “están
limpias”. El ser como si no me escuchase seguía “Para entrar, has de traerlas
llenas de buenos frutos”. No sé cómo yo podía ser tan terca, pero yo seguía...
“están limpias” “están limpias”, con estas palabras volví en mí, las 17
sustancias que el médico puso. en mi cuerpo reanimaron mi existencia... Me
sentía muy bien... renovada y con ánimos para dar el último apretón y soltar
así aquel niño, delgado y frágil que acababa de nacer. En aquel momento
apareció en mi vida mi hijo Fernando.
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